Hace 97
años, un acontecimiento señaló un hito en la historia de La Legión.
Un 5 de
junio de 1923, el Teniente Coronel D. Rafael de Valenzuela y Urzaiz, Jefe de La
Legión halló la muerte gloriosa en combate al frente de las Banderas I, II y
IV.
Con la
rasmia de buen aragonés, con el temple sereno y
valor a raudales, avanzó pistola en mano al frente de sus legionarios en
Tizzi-Assa, hasta caer abatido cumpliéndose así una vez más el Credo Legionario
“La Bandera de La Legión: será la más gloriosa porque la teñirá la sangre de
sus legionarios”.
Se convirtió
en el único Jefe de La Legión que murió al frente de sus legionarios.
Esta
Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios de Zaragoza, atendiendo a las
recomendaciones sanitarias ante las circunstancias por todos conocidas, no
podrá este año ante el Monumento a los caídos de La Legión de nuestra ciudad,
rendir el merecido homenaje al Teniente Coronel Valenzuela.
Pero ello no
es óbice para no tenerlo en nuestro recuerdo, por eso aprovechamos este espacio
para amalgamando emociones y sentimientos recordar al héroe y a los que cayeron
junto a él, a los que con su entrega, heroísmo y sacrificio contribuyeron a dar
gloria y honor a España y La Legión.
Por todos
ellos “Nuestra raza no ha muerto aún”.
Queremos
compartir con vosotros a través de las crónicas de la época, recuperando la
memoria histórica, la que nos haga sentirnos orgullosos de ser españoles y que
nos sintamos solidarios de la historia que forjaron españoles como nosotros.
He aquí.
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El Cadáver del
teniente Coronel Valenzuela
(DIARIO ABC)
Zaragoza 12, 2
tarde.
En el correo de Madrid llegó el
cadáver del teniente coronel Valenzuela,
acompañado de sus padres, hermanos, varios oficiales y soldados del Tercio. En la
estación esperaban los parientes del finado que residen en Zaragoza,
comisiones de jefes y oficiales de diferentes cuerpos. El féretro, a hombros de
los oficiales del Tercio, fue trasladado a la capilla ardiente del asilo de
Convalecientes, dando guardia al cadáver los soldados del Tercio. En la capilla
se dijeron misas y el obispo auxiliar, Sr. Santos Gomara, rezó un responso.
Desde la capilla ardiente trasladóse al cadáver a la plaza de Aragón, frente a
la Capitanía general.
EL ENTIERRO
El
féretro iba sobre un armón de Artillería.
Una hora antes de la llegada del cadáver a la plaza de Aragón, acudieron
comisiones civiles y militares y representaciones de los Centros. A las diez y
media llego el clero y la cruz parroquial del templo del Pilar.
Organizada
la comitiva, desfilaron la Guardia municipal montada, diez coches con coronas,
Hermandad de la Sangre de Cristo y comisiones civiles y militares, la bandera
del Tercio llevada por un suboficial, oficiales portadores del sable, bastón de
mando
y
gorra que usaba Valenzuela, escoltados por legionarios; comisiones de todos los
centros oficiales y particulares de la ciudad y el clero.
El
féretro, que iba envuelto en la bandera española, llevaba dos coronas de la
familia e iba escoltado por legionarios y batidores de la Real Maestranza. Las
cintas las llevaban jefes de diferentes cuerpos.
En
la presidencia del duelo figuraban el obispo auxiliar, hermanos y
familia de Valenzuela
Urzaiz y otros familiares y comisiones militares.
Frente al Gobierno civil
unióse a la comitiva una numerosa representación de la Real Maestranza. En la
segunda presidencia se hallaban el capitán general en representación del Rey y demás
autoridades. Durante el trayecto se cantaron responsos dándose vivas al Tercio
y al Ejército español frente a los casinos Principal
y Mercantil, cuyos balcones ostentaban colgaduras negras. Desde los balcones
del hotel Elías, las artistas del teatro de la Reina Victoria que trabajan
ahora aquí, arrojaron profusión de flores.
Cerraba
la comitiva una compañía de Infantería con bandera y música, dos compañías del
regimiento del Infante, mandada por el comandante Nouguès.
En
la puerta del templo del Pilar esperaba al cadáver el clero de la catedral,
presidido por el deán, D Florentino Jardiel.
Sobre
la mesa situada en el centro de la puerta colocase el féretro, y alrededor los
oficiales y soldados del Tercio, desfilando ante el cadáver las fuerzas
militares que asistieron al acto. Cuando las personalidades del duelo entraban
en el templo del Pilar se repitieron los vítores a Valenzuela y a España.
Después
se celebraron los funerales, cantando la capilla la misa del maestro Perossi.
Terminada la misa, cantóse un responso, y se organizó la procesión, llevando el
cadáver a hombros los soldados del Tercio hasta la cripta donde fue inhumado.
Las
coronas recibidas, que eran numerosísimas,
fueron colocadas en la cripta junto a la
sepultura del heroico Jefe muerto por la Patria.
EI
entierro
constituyó
una imponente manifestación de duelo, a la que se adhirió toda
Zaragoza.
DETALLES DEL ENTIERRO
Zaragoza
12,7 tarde.
Las cintas del féretro de
Valenzuela llevaban la inscripción "Valenzuela 5 Junio 1923", y las
guiaban, por el cuerpo de artillería, el jefe D. Manuel Rañoy; por la Guardia
civil, el Sr. Villena; por el arma de Caballería, el conde de Gabardá; por Intendencia, don
Cándido Benedíto; por el Estado Mayor, el Sr. De Benito; por Sanidad Militar,
don Fausto Gavìn; por la Infantería, el Sr. López Casti, y por Ingenieros, D. Hernando Salcedo.
En
el armón que conducía el féretro iban las coronas de SS. MM. las Reinas doña
Victoria, y doña María Cristina, y la cruz de Santiago, hecha con claveles
rojos, de la madre de Valenzuela. Las cintas de esta cruz llevaba la siguiente
inscripción:
“A su heroico hijo, su madre” A la hora
de verificarse el entierro, el gentío se situó,
formando dos filas; junto a la cripta donde
iba
a encerrarse el cadáver, para presenciar el desfile.
Las coronas recibidas ascienden a 51.
Dentro de la cripta donde se colocó el
féretro, que fue bajado a hombros por los compañeros del Tercio, se cantó un responso.
Un hermano de Valenzuela dio vivas a España, al
Rey y a la Legión, siendo el momento
de emoción intensísima.
El
padre del heroico teniente coronel jefe del Tercio, D. Rafael Valenzuela Muñoz,
pronuncio sentidas frases dando las gracias al Cabildo por el honor concedido a
su hijo, enterrándolo debajo de la capilla de la Virgen del Pilar.
El
acto resultó imponente. Cuantos lo presenciaban sentían profunda emoción, que
arraso sus ojos de lágrimas.
Al
salir los legionarios del templo del Pilar, las mujeres y los niños besaban
conmovidos el banderín del Tercio y se oía exclamar a las primeras: “¡vosotros
sois la gloria de España!”
Por
la calle Alfonso se les ovacionó, dándoles vivas al Rey y al Tercio.
También
durante el desfile de la comitiva fúnebre, en diversos puntos de la carrera los
legionarios escucharon frases de gran respeto.
En
los centros oficiales y particulares ondeo la bandera a media asta.
Al
desfilar el piquete y la bandera ante el cadáver de Valenzuela, el público, que
había permanecido en respetuosa actitud, prorrumpió en frenéticos vivas a
España, a la bandera del Tercio y a la Legión, vítores que fueron unánimemente
contestados, conmoviendo a cuantos asistían al acto, y en especial a los dos hermanos
de Valenzuela, que presenciaban el desfile colocados a la derecha e izquierda
del obispo auxiliar.
Mañana
se celebrarán solemnes funerales por el alma de Valenzuela en la iglesia de San Carlos, costeados por la
Real Maestranza, a la que pertenecía el heroico jefe.
EL
CAPITÀN ORTIZ DE ZÀRATE
Zaragoza 12, 8 noche.
Acompañando al
cadáver de su jefe, Sr. Valenzuela, vino el capitán Ortiz de Zárate, ayudante
de la Legión, a quien saludaron los periodistas después de la ceremonia,
hallándole hondamente conmovido.
El Sr. Ortiz de Zárate, que convalece de un
balazo en una pierna recibido en el mismo combate en el que halló la muerte
Valenzuela, ha referido los siguientes detalles de la sangrienta lucha.
Eran las nueve de la mañana –ha dicho el Sr.
Ortiz de Zárate- cuando el teniente coronel Valenzuela dispuso que diera las
ordenes de comenzar el asalto para llevar a feliz término el convoy, y entonces
fue herido Valenzuela.
Este arengó entonces a las fuerzas, y
terminó gritando: ¡Viva España!, ¡Viva el Rey!,
¡Viva
la Legión! y haciendo un esfuerzo supremo avanzó arrastrando a los suyos, hasta
que al recibir el tercer balazo cayó a tierra.
Puede decirse que el convoy
entro en Tizzi-Azza gracias al arrojo de las tropas, que, enardecidas por la
muerte del jefe, atacaron al numeroso enemigo con verdadero furor.
La situación era tan difícil, que el
golpe que prepararon los moros venía a constituir un segundo Igueriben. Por
esto; de la actitud heroica de Valenzuela puede decirse que salvo a Melilla de
un nuevo derrumbamiento.
En los ocho meses que Valenzuela mandó la Legión, ha ganado para ella la Medalla
Militar y la corbata de San Fernando. Valenzuela está propuesto para la cruz
laureada.
Así como pasó a la Historia el gesto arrogante de Prim en la batalla de Castillejos
-termino diciendo Ortiz de Zárate-, pasará a la posteridad el sublime
comportamiento, en su última lucha, de nuestro malogrado Valenzuela: el de atacar, con sólo 200 hombres a 4.000 moros.